martes, 25 de septiembre de 2012

El origen de la cultura Clásica.


Expansión Griega.

En el primer cuarto del siglo VIII a.C. se observan cambios en la estructura de la milicia, tanto en la táctica como en las armas. Florece entonces el ejército de los hóplitas, que paulatinamente se iría implantando en el mundo griego. Su armamento era mucho más ligero y de mayor capacidad ofensiva y la formación de ataque se componía de una línea cerrada, donde el individuo era considerado como una parte de la colectividad. Este ejército necesitaba muchos soldados capaces de financiarse el equipo y sólo se podían conseguir tirando del campesinado. De esta forma, con una responsabilidad cívico-militar, los hóplitas pasaron a ocupar un puesto importante en la sociedad griega arcaica, aunque el oligarca tuviera que consentir la formación del mismo.

Otro factor de gran relevancia es el comercio. Aunque por aquella época estaba en manos de los fenicios, los griegos, basándose en la experiencia de ésos (por ejemplo, adoptaron su forma de navegación y la estructura de los barcos), supieron crear su propia red de comercio, a pesar de que no era ésa su intención en un primer momento. Concretando, el asentamiento de núcleos griegos en tierras ultramarinas abrió nuevas perspectivas, mercados inexplorados, pero ellos no pensaron en fundar colonias para tejer su entramado comercial.

El comercio griego se pudo desarrollar gracias a embarcaciones dedicadas a tal efecto, pensadas para transportar gran cantidad de carga.

El comercio griego se pudo desarrollar gracias a embarcaciones dedicadas a tal efecto, pensadas para transportar gran cantidad de carga.

Es interesante remarcar que uno de los puntos que favoreció esta expansión es la adaptación del alfabeto fenicio, ya que hasta aquel momento se empleaba el sistema silábico propio de los Minoicos, que poco a poco cae en desuso en favor del nuevo sistema alfabético fenicio. Pero no sólo los griegos empezaron a emplear este nuevo método, sino que muchos otros pueblos del área oriental del Mediterráneo lo adoptaron, dando pie a que empiecen a existir afinidades entre grupos poblacionales que hasta el momento eran completamente diferentes.

La segunda razón que llevó a la expansión es la acumulación de poder de estas polis dispersas por todo el mundo conocido, gracias a que la cultura griega se estaba extendiendo por todo el Mediterráneo y el comercio y las manufacturas enriquecían y hacían cada vez más poderosas a las polis. Todo ello, contribuyó a que en el S.IV a.C. Grecia se convirtiera en la economía más avanzada del Mundo: se sabe que el salario medio, en términos de grano, de un trabajador medio griego era de unos 13 kg., más de cuatro veces el de un trabajador egipcio, que era de unos 3 kg.

Parece inverosímil que esta actividad pudiera darse en el estado en el que se encontraba la Grecia arcaica. En efecto, era inexistente en un principio: no había excedentes en la agricultura que permitieran la puesta en venta de los productos y los artesanos o demiurgos se limitaban a abastecer a su vecindario y a los nobles de la ciudad. El paso del tiempo modificó estas circunstancias, aunque no en todas las ciudades se produjo con la misma celeridad. Los artesanos, en buena parte extranjeros, y la producción de vino y aceite contribuyeron a lograr los excedentes vitales para el comercio. Esto también ayudó a la introducción de la moneda en el siglo VII a.C.

Esta estabilidad, hizo que se volviera a abrir la comunicación entre las poleis y las colonias jonias de la península de Anatolia, fundadas en la Edad Oscura. Asimismo, los griegos se relacionaron con otros pueblos comerciantes para el intercambio de materias primas. Valga como muestra de ello el interés puesto en el puerto de Al-Mina, situado en la desembocadura del río Orontes, que se dedicaba de manera exclusiva, al parecer, al comercio entre el mar Egeo y la región de Siria, la cual importaba material traído desde tierras lejanas.

Además establecieron contacto con la poderosa Cartago, colonia fenicia que impulsaba crear su propio imperio comercial con establecimientos en el sur de Hispania, tales como Cartago Nova y Malaca, en las islas Baleares, el oeste de la isla de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Para la colonización griega, fue una verdadera suerte que los fenicios y los púnicos se mantuvieran en los límites de su estrecho eje, sin mostrar voluntad de salirse del mismo.
Finalmente, cabe reseñar algunos hechos puntuales que determinaron las expediciones coloniales. La excepción del puerto de Al-Mina en la zona siria es uno de ellos, al igual que Naúcratis en Egipto, pues no era una colonia, sólo eran unos cuantos mercaderes griegos que se limitaban a intercambiar mercancía con Asia. La presión persa sobre Focea hizo huir masivamente a sus habitantes a Córcega; los hijos ilegítimos de las espartanas, al no tener derechos cívicos, resolvieron en la fundación de Tarento, en el sur de Italia; una ola de calcidios marchó a Region, también en el sur de Italia, por causa de las luchas con los eretrios por el dominio de la llanura lelantina o cómo, según las leyendas, Archias partió de Corinto para fundar Siracusa por el asesinato de un joven.



La colonia de Emporion, actual Ampúrias, en Catalunya fue una de las más importantes en el territorio de Iberia.

La colonia de Emporion, actual Ampúrias, en Catalunya fue una de las más importantes en el territorio de Iberia.

Qué era y cómo se fundaba una colonia.
La palabra que en griego define exactamente una colonia es apoikia, que literalmente significa “casa lejos”. Tal y como hemos detallado anteriormente, una apoikia era una polis, si bien ésta dependía de la polis de la que se había trasladado el estilo de vida griego: la metropolis.


La creación de la apoikia implicaba el traslado de parte de la población de la metrópolis hasta el lugar en que se iba a fundar la nueva polis. Hay que remarcar que la colonización no era una migración, sino más bien una expansión de la metrópolis que le permitía enriquecerse con nuevas tierras. También se diferencian en que la migración es propia de un estado primitivo que no tiene un modo de vida ni una identidad diferenciada, mientras que la otra presupone una experiencia de civilización superior.

No sólo existían las colonias como la apoikia. Existían otros términos que tienen un contenido semántico distinto. El primero de ellos es klerukía, “tierras del cultivo”, que hace referencia a una clase especial de colonias de Atenas, desarrollada en la Época Clásica, cuyos objetivos eran diferentes a los de una apoikia. Debido a eso, su estado jurídico y el de sus habitantes era distinto al de las apoikias, pues dependían de la metrópolis teniendo que ajustarse a sus normas. El segundo es emporion, que se refiere a una colonia orientada al intercambio comercial, cuyas características difieren de los dos términos comentados antes.

La fundación de una colonia y las relaciones con la metrópolis.
Una apoikía se fundaba cuando una poleis deseaba expandirse, si bien existían también iniciativas privadas para llevar a cabo tal empresa o colonias que fundaban sus propias colonias. Una vez que se tenía claro que se deseaba fundar una nueva colonia, en la metrópolis elegían ante todo el lugar de colonización y consultaban a los dioses, que debían dar el beneplácito. A continuación se elegía al oikistés, o fundador, que siempre procedía de una familia aristócrata; por último, se ordenaba el reclutamiento de los colonos, que solía ser de una décima parte de la población de la polis, siempre voluntarios a no ser que no existieran, con lo que el reclutamiento era forzoso y se llevaba a cabo por sorteo. Esta decisión afectaba a todos los ciudadanos libres y además se tenía que respaldar con una serie de sanciones colectivas, entre las que siempre se incluía la renuncia a la ciudadanía de la metrópolis por parte de los que se marchaban.


Una vez que la expedición llegaba al lugar elegido para asentarse, se llevaba a cabo el acto fundacional de la apoikía. Éste, gozaba de un aspecto muy religioso y simbólico, ya que primero se había consultado en la metrópolis a los dioses y de ésta se había traído el fuego sagrado, que simbolizaba la unión de ambas ciudades. La ceremonia era oficiada por el oikistés, que depositaba el fuego sagrado en un templo de la colonia dedicado a los dioses de la patria. Tal relevancia dentro de la nueva colonia, podría inducirnos a pensar que el oikistés gozaba de unos poderes casi absolutos, al menos hasta que el nuevo enclave dispusiera de un cuerpo de magistrados y las instituciones oficiales estuvieran constituidas.

Actualmente se desconoce el grado de intromisión de la metrópolis en el dictamen de leyes por las que se regía la colonia. Es de suponer que el oikistés recibía directrices al respecto, y seguramente existiera una independencia institucional, una vez que la colonia se había “puesto en marcha”. Una vez que el oikistés había completado su misión, dejando la colonia lista para seguir su camino, se desconoce si debía regresar o no a la patria. Si se tiene claro que los colonos no podían regresar a la metrópolis a no ser que tuvieran algún vínculo familiar, si bien generalmente cuando realizaban el traslado, se trasladaban con su familia al completo.

Obviamente, la colonia seguía unas pautas sociales basadas en las de su metrópolis, pero adaptadas a las nuevas condiciones geográficas, económicas y sociológicas del nuevo entorno. A pesar de esta independencia de la apoíkia, era un orgullo para la metrópolis el que se supiera que existía una población próspera en otro lugar diferente, nacida a partir de sus propios ciudadanos. Existen algunos casos como las de Masilia o las fundaciones tardías de la tiranía corintia que, concebidas para robustecer su esfera de influencia, estaban sometidas a una relaciones de “vasallaje” político. O el de las colonias de la ciudad de Sínope, que pagaban una serie de tributos entendidos como respuesta al usufructo de las tierras de cultivo, cuya propiedad pertenecía al estado de la metrópolis en último término.

En cuanto a religión, como ya se ha mencionado, se transportaba el fuego sagrado de la metrópolis a la colonia y se hacían los rituales oportunos a los dioses estatales. La colonia enviaba delegados especiales y ofrendas a la polis de origen con motivo de las fiestas mayores y, al ser una relación recíproca, la metrópolis mandaba enviados para los actos solemnes del lugar. Este puesto honorífico de los dioses griegos no quiere decir que sólo los adoraban a ellos sino que se desarrollaron otros cultos de deidades autóctonas a la manera griega.

La existencia de estos lazos de unión inmateriales, explica el hecho de que las colonias pidieran ayuda a la metrópolis en caso de necesidad. Ello no implicaba que si las colonias entraban en conflicto con otra población, la metrópolis tuviera la obligación de intervenir. Hay que añadir que ni siquiera coincidían en enemigos y aliados, ya que cada una gestionaba su política exterior.


Las relaciones con su nuevo entorno.

Si bien los griegos no se dedicaban a penetrar en los territorios en cuyas costas se instalaban, necesitaban obtener el consentimiento de los habitantes oriundos del lugar a fin de establecer una relación cordial que les favoreciera tanto para su definitivo asentamiento, como para su explosión comercial. Lo más común es que, debido a la superioridad social y cultural de los griegos respecto al de estas sociedades, más primitivas, se llegara a acuerdos pacíficos, si bien en casos como los de Siracusa o Bizancio, se tuviera que repeler y esclavizar a los habitantes originarios del lugar. Las relaciones pacíficas eran muy ventajosas para ambos mundos, pues existía un continuo flujo de mercancías, producto de sus industrias, que los indígenas podían utilizar y a cambio, los griegos recibían materias primas, que les eran necesarias.

Entre los griegos y los fenicios, no existió prácticamente ningún problema a la hora de repartirse las diferentes áreas de influencia, puesto que ambos respetaban por igual las de sus contrarios. Quizá la única excepción a este acuerdo tácito sería el establecimiento de los milesios en Naucratis, que era una factoría griega en el Bajo Egipto.

En color azul más oscuro mostramos las áreas sin visibilidad para la navegación costera practicada por los griegos.
En color azul más oscuro mostramos las áreas sin visibilidad para la navegación costera practicada por los griegos.

Las diferentes oleadas colonizadoras.
La primera migración de la que existe registro histórico, tuvo lugar en pleno auge del mundo micénico, entre el 1.400 y el 1.200 a.C., y en el que encontramos dos casos: Mileto y Colofón. El primero de ellos corresponde a un puerto de mercancías, respetado por la potencia dominante en Anatolia entonces, los hititas. Los griegos acudieron allí en busca de materias primas, situándose en el lugar ideal para crear un puerto y para autoabastecerse con las tierras de alrededor.


La segunda migración, se produjo con la colonización en el litoral minorasiático. Pero aquí no se puede hablar de colonización en el sentido estricto, pues se podría considerar que fue la última de las fases de los movimientos de pueblos típicos de la Edad Oscura, que llevó al asentamiento de estas tribus en Asia Menor. Posteriormente estas ciudades se transformaran en la cuna de la ciencia y del pensamiento griegos, ya que florecerán muy tempranamente.

La tercera oleada migratoria se puede dividir en dos fases: la primera va desde mediados del siglo VIII hasta mediados del siglo VII a.C. y la segunda, desde mediados del siglo VII a.C. hasta el año 500 a.C. Los territorios afectados serán principalmente el sur de Italia y Sicilia y las ciudades griegas participantes en esta primera fase son Calcis y Eretria, dos poleis eubeas protagonistas indiscutibles, y posteriormente, Corinto y Mégara. En menor medida lo hicieron también los peloponesios, los locrios y los procedentes de apoikias anteriores.

Al percibir la monopolización de algunas áreas geográficas realizada por determinadas ciudades, surge la duda sobre en qué medida puede hablarse de empresas formadas por sus propias ciudadanos o más bien hay que considerarlas como agentes colonizadores, encargados de organizar la emigración a toda un área.

Puede pensarse que el conflicto en el que se encontraban estas ciudades fuera más agudo que en otras, pues quizás la falta de tierras se debiera a su situación geográfica (unas insulares y otras localizadas en una estrecha franja). Pero si se observa la situación de las demás, no cabe duda de que no fue así necesariamente. No se ve bien cómo una sola ciudad podría suministrar tantos colonos en tan poco tiempo. Parece claro que actuaba como organizadora, encauzando el exceso de población humana o los voluntarios que quisieran emigrar a áreas más amplias.

La segunda fase de la tercera oleada migratoria, se caracterizó por la sustancial ampliación geográfica, alcanzándose el extremo occidental del Mediterráneo: sur de la Galia, el litoral occidental de la Península Ibérica, Egipto, la Propóntide, la zona noreste del mar Egeo y el Ponto Euxino.

En ese momento, Mileto monopoliza la expansión del Mar Negro mientras Fócea y Samos se encaminan hacia la parte occidental mediterránea. Los cretenses y los rodios afianzan la presencia griega en Sicilia con la fundación de Gela. Además hay que añadir el desarrollo ulterior de las tareas colonizadoras en la Magna Grecia y Sicilia, logrado en gran parte gracias a las primeras colonias.

A esta ampliación de los dominios griegos colaboró en buena medida el factor comercial. No es que la finalidad colonial cambiara, pues se seguían buscando tierras aptas para el cultivo, pero los intereses comerciales iban aumentando con el tiempo, motivados por la apertura y la explotación de las nuevas zonas con el siguiente aumento de las relaciones entre las distintas partes del mundo griego. A su vez esto servirá para crear establecimientos de carácter estratégico, si bien su naturaleza determinaría sus dimensiones, más reducidas, y su menor importancia numérica.

Restos del naufragio de un mercante griego en el Mar Negro, frente a Bugaria, hallados por el Profesor Ballard en 2002. Se supone que el buque se hundió entre el S. V y III a.C. (Cortesía National Geographic).

Restos del naufragio de un mercante griego en el Mar Negro, frente a Bugaria, hallados por el Profesor Ballard en 2002. Se supone que el buque se hundió entre el S. V y III a.C. (Cortesía National Geographic).

Consecuencias de la colonización griega.
La colonización griega del Mediterráneo fue supuso una verdadera revolución de consecuencias que se prolongan en el tiempo hasta el día de hoy, puesto que somos herederos directos de esa cultura clásica. Sin duda, gracias a este movimiento migratorio, el mundo actual es tal cual el que conocemos. A nivel interno, la propia estructura social del mundo heleno cambió para siempre, desarrollándose formas de gobierno, instituciones… que darían lugar a la Grecia Clásica, posibilitando el auge de esta cultura sobre sus semejantes en la zona.


A nivel externo, la expansión griega dio un impulso vital al comercio, abriendo nuevas vías de negocio y nuevas rutas comerciales, haciendo del Mediterráneo el nexo de unión entre diferentes pueblos. El aumento del comercio, el que más el agrícola y alimenticio, se extendió a un nuevo tipo de consumidores y productores, los indígenas. Además las poblaciones se especializaron en productos determinados: Atenas exportaba aceite, por lo que hay ánforas áticas repartidas por todo el Mediterráneo, al igual que el vino, exportado por Quíos en unas jarras especiales. Otras mercancías eran los productos de lujo, perfumes sobre todo, provenientes de Asia, que experimentaron un gran auge gracias al poder adquisitivo de las colonias.

Este enriquecimiento se debe a la competitividad del precio del trigo procedente de estas regiones, muy competitivo por su buena calidad y su escaso coste, frente a un trigo escaso y de mala calidad producido en Grecia por los pequeños propietarios. Esta razón da pie a que la emigración a otras zonas sea cada vez más concurrida. Esto no quiere decir que se alterara la organización económica profundamente, pues la agricultura sigue siendo la base económica, aunque los mercaderes se hicieran más ricos y los pequeños propietarios tuvieran que cambiar de profesión y emplearse en el sector comercial. El comercio también da pie a la aparición de la moneda en el siglo VI a.C. y a la utilización de la plata como patrón de intercambio.

En política se reestructuró el aparato militar transformándose en una milicia popular de hoplitas confirmándose su eficacia y generalizándose dentro de la estrategia militar griega. Aparece la táctica de la falange, que usa tanto a hoplitas como a aristócratas para componer el comportamiento de esta formación en la que importa la colectividad, no el individuo. Esto tiene unos resultados patentes en la vida política de cada polis: la primacía de la libertad del ciudadano a toda consta y por encima de todo, la participación ciudadana en las decisiones estatales a través de las Asambleas populares y la sinonimia entre soldado y ciudadano, ya que sólo tenía derechos políticos el que participaba en la guerra y viceversa. Generó también problemas de índole jurídica relacionados con el sistema de concesión de la ciudadanía de los colonos, que dejaban de tener derechos políticos en su metrópolis.

Por último, cabe señalar que los principales focos culturales de la época arcaica se sitúan en las colonias. Así, con el paso del siglo VI a.C. al V a.C. la filosofía griega nace en Asia Menor con Heráclito de Éfeso que se contrapone a Parménides de Elea, que será la sede de la escuela eleática siguiendo los pasos de sus predecesores Tales de Mileto, Anaxágoras y Empédocles. Pitágoras procedía de Samos aunque adquirió fama en Crotona, en Abdera nacieron el atomista Demócrito y el posterior sofista Protágoras.

Se iniciaba una nueva época en la Historia Antigua de la que actualmente somos herederos

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